Cuando escuchamos la palabra ” hepatitis “, solemos asociarla con cirrosis y otros trastornos que afectan al hígado. Pero no siempre es así. Al igual que ocurre con otras infecciones crónicas y persistentes, la hepatitis puede afectar directamente a un sistema orgánico (en este caso, el hígado) y, al mismo tiempo, afectar indirectamente a otros sistemas orgánicos.
Un sistema indirectamente afectado por la enfermedad hepática es el sistema nervioso central, y más específicamente el cerebro. Durante una infección de hepatitis aguda o crónica, las sustancias tóxicas del hígado pueden acumularse en el torrente sanguíneo y propagarse (o diseminarse) por todo el cuerpo. Cuando estas sustancias ingresan al cerebro, pueden causar una afección neurológica llamada encefalopatía hepática .
La encefalopatía hepática generalmente se presenta con confusión, letargo y, a veces, cambios dramáticos en el comportamiento y las habilidades motoras. Si no se trata, la enfermedad podría progresar gradualmente a un coma (coma hepático) o incluso a la muerte.
En total, entre el 30 y el 45 por ciento de las personas con cirrosis desarrollarán algunos signos de encefalopatía hepática, ya sean formas leves de olvido o episodios más graves de amnesia o convulsiones.
Índice
Causas de la encefalopatía hepática
Aunque la encefalopatía hepática se asocia a una insuficiencia hepática aguda , normalmente hay otros factores que contribuyen a su aparición. Muchos de estos factores no tienen nada que ver con el hígado ni con el cerebro; simplemente parecen desencadenar un ataque o agravar aún más un episodio existente.
Entre los posibles cofactores en personas con insuficiencia hepática aguda:
- Consumo excesivo de alcohol
- Insuficiencia renal
- Estreñimiento, que aumenta la producción intestinal de amoniaco.
- Neumonía
- Sangrado gastrointestinal, que a menudo ocurre en la enfermedad hepática en etapa avanzada.
- Peritonitis bacteriana espontánea, generalmente resultado de cirrosis hepática.
- Infección del tracto urinario
- Niveles bajos de potasio y/o sodio, a menudo causados por diuréticos utilizados para tratar la ascitis en la enfermedad en etapa avanzada.
- Benzodiazepinas, un sedante que a menudo se receta para tratar la abstinencia del alcohol.
- Narcóticos y fármacos antipsicóticos
- El uso de derivaciones (conocidas como derivación portosistémica intrahepática transyugular o TIPS), utilizadas para corregir el flujo sanguíneo en el hígado.
Al identificar las causas subyacentes de la encefalopatía hepática, los médicos pueden tratar la enfermedad de manera más efectiva al minimizar los factores que pueden haber precipitado o agravado un ataque.
Cómo afecta la insuficiencia hepática al cerebro
La encefalopatía hepática generalmente ocurre cuando el hígado ya no puede realizar sus funciones metabólicas habituales.
En personas con una función hepática normal, los compuestos que contienen nitrógeno son transportados desde los intestinos hasta el hígado, donde son procesados y excretados del cuerpo. Cuando la función hepática está alterada, los compuestos que contienen nitrógeno comienzan a acumularse gradualmente, lo que provoca un aumento de los niveles de amoníaco.
Estas partículas de amoniaco se propagan por el torrente sanguíneo y atraviesan la membrana semipermeable que rodea el cerebro. Allí, provocan la hinchazón de las células cerebrales llamadas astrocitos, lo que finalmente ralentiza la producción de neurotransmisores vitales para el pensamiento cognitivo.
Signos y síntomas de la encefalopatía hepática
La encefalopatía hepática suele ser difícil de diagnosticar en las primeras etapas de la enfermedad. Los primeros signos suelen ser la falta de memoria, la irritabilidad, la ansiedad y la confusión, la mayoría de los cuales pasan fácilmente desapercibidos incluso en personas con enfermedad hepática conocida.
Tal vez el primer síntoma obvio sería algo llamado patrón invertido de sueño-vigilia, en el que una persona literalmente duerme durante el día y permanece despierta por la noche. Esto suele ir seguido de una serie de síntomas de etapa posterior, que pueden incluir:
- Letargo
- Cambio marcado de personalidad
- Confusión creciente
- Problemas con la escritura y el movimiento fino de la mano.
- Manos temblorosas o “aleteo” involuntario de las manos
- Sacudidas involuntarias de las extremidades
- Comportamiento desinhibido
- Amnesia
Los casos graves pueden provocar un empeoramiento del estado de conciencia, que a menudo progresa a convulsiones violentas y coma. La muerte suele ser causada por una inflamación grave del cerebro (llamada edema cerebral).
Etapas de la encefalopatía hepática
Las etapas de la encefalopatía hepática se clasifican en una escala llamada Criterios de West Haven, que clasifica la gravedad de los síntomas según el nivel de deterioro neurológico:
- Mínimo: cambios en la velocidad motora sin signos de cambios mentales
- Grado 1: falta trivial de conciencia, euforia o ansiedad, capacidad de atención reducida, ritmo de sueño alterado
- Grado 2: letargo o apatía, desorientación, cambio evidente de personalidad, comportamiento inapropiado, problemas de habilidad motora, temblores con “aleteo” de manos.
- Grado 3: estado de semi-estupor, confusión, desorientación severa, comportamiento extraño.
- Grado 4: coma
Los diagnósticos clínicos también se realizan clasificando la causa subyacente, ya sea una insuficiencia hepática aguda (tipo A), una derivación portosistémica que evita el hígado (procedimiento TIPS) (tipo B) o cirrosis (tipo C). Cada una de estas clasificaciones ayuda a determinar el curso de acción apropiado para tratar la afección.
Diagnóstico
El diagnóstico de encefalopatía hepática sólo se puede realizar en presencia de enfermedad hepática confirmada o en personas que se han sometido a un procedimiento TIPS. El diagnóstico se realiza excluyendo todas las demás posibles causas de deterioro neurológico.
Se necesita experiencia clínica para hacer un diagnóstico diferencial; no existe una prueba que pueda confirmar o descartar por completo la afección. Si se sospecha encefalopatía hepática, los médicos generalmente solicitarán una serie de pruebas, que pueden incluir:
- Una evaluación de las habilidades visuales, motoras y verbales.
- Tomografías computarizadas para excluir o confirmar una hemorragia cerebral
- Electroencefalogramas (EEG) si se observan convulsiones
- Análisis de sangre para comprobar los niveles de amoníaco sérico.
- Muestras de líquido de la cavidad peritoneal (que separa la cavidad abdominal de la pared abdominal) para excluir o confirmar una infección bacteriana
- Otras pruebas, incluidas radiografías de tórax y análisis de orina, para excluir otras posibles causas.
Tratamiento
La encefalopatía hepática es tratable. El tratamiento suele centrarse en resolver cualquier afección subyacente que pueda haber desencadenado o exacerbado un ataque. En algunos casos (como en personas que se han sometido a un procedimiento TIPS), la afección puede resolverse espontáneamente y no requerir más intervenciones. En otras ocasiones, la interrupción de un determinado fármaco o el tratamiento del estreñimiento pueden mejorar significativamente los síntomas neurológicos.
En los casos en los que se ha diagnosticado una infección activa, normalmente se recetan antibióticos en forma de rifaximina. Además, la lactulosa se prescribe comúnmente como terapia de primera línea para reducir la producción de amoníaco en los intestinos.
El pronóstico para una persona con encefalopatía hepática puede variar significativamente. El diagnóstico de encefalopatía, junto con una serie de pruebas hepáticas, se utilizará generalmente para determinar si una persona necesitará un trasplante de hígado . En personas con enfermedad hepática avanzada, como cirrosis descompensada o cáncer de hígado , lo más frecuente es que se indique un trasplante de hígado.